viernes, 3 de diciembre de 2010

Babia monocolor


Pena Larga

Mucho tiene que nevar en Laciana para que el único color que aparezca sea el blanco, porque Laciana está llena de bosques, concentrados en su mitad sur. Pero en Babia, salvo los pinos de Piedrafita y algunas pequeñas manchas aquí y allá (en gran parte de la comarca, ninguna), cuando nieva con cierta contundencia, todo queda liso y blanco. Para los que lo han vivido, recorrer el valle donde éste se ensancha entre Piedrafita y Cabrillanes, o entre Huergas y el límite con Luna, cuando está con una gruesa capa de nieve (y sobre todo si la carretera está blanca también), crea una sensación de estar en otras latitudes, aunque sólo se conozcan por las imágenes de algún documental.


La carretera CL-626, que vertebra Babia

La nevada de hoy no fue nada del otro mundo, pero tuve la suerte (con precaución, claro) de poder experimentarlo una vez más. No es para llevar prisas, ni para tener una cita que requiera extrema puntualidad, claro.


Piedrafita de Babia


La carretera, a su paso por Piedrafita



jueves, 2 de diciembre de 2010

De Babia a Sierra Morena

Portada del libro De Babia a Sierra Morena

Desde hace varios días aparece en reseñas de prensa la publicación de un libro titulado "De Babia a Sierra Morena". Aún no he tenido la ocasión de hojearlo, pero os dejo aquí un enlace a uno de los artículos más recientes, por si estáis interesados en la información. Hace unos días apareció una entrada en otro blog al respecto. En ella se indica que la presentación del libro tendrá lugar hoy, 2 de diciembre, a las 20:15, en la librería Artemis, de León


Laguna Grande, en Lago de Babia


lunes, 22 de noviembre de 2010

Del blanco al blanco


Iglesia de Huergas y macizo del Cirbunal (o Cirbanal)

Desde la última entrada publicada en este blog pasó una verde primavera, un verde (y luego amarillo) verano, un otoño multicolor (demasiado breve, como siempre) y ya estamos otra vez de blanco. Hubo algún boceto para subir las fotos del otoño en Babia, pero luego no hubo tiempo para pasarlo a limpio. A ver si el año próximo...

La nieve ya alcanzó los pueblos de Babia, en más de una ocasión, sobre todo en Piedrafita, que debe de ser una de las poblaciones donde más precipitaciones en forma de nieve hay en toda España. En las cumbres, vino y se fue, volvió a venir y se volvió a ir, pero ahora ya vino para quedarse. Ya se intuyen grandes espesores por encima de los dos mil metros, y las espectaculares montañas blancas de la espectacular Babia ya no nos dejarán durante los próximos cinco meses.


Ubiña, que hoy no quiso asomar la cabeza

Hay a quien no le gusta el frío ni el invierno, pero no podrá negar que el blanco limpio de la nieve recién caída y uniforme no es hermoso.


miércoles, 5 de mayo de 2010

La última de la temporada


Carámbanos de medio metro, hoy, en Torre de Babia

Hace unos días, caminando junto a la laguna del Viveiro, entre Laciana y Cangas del Narcea, comprobé que había menos nieve que cuando pasé por allí el año pasado, a pesar de que entonces eran los últimos días de mayo. Aparte de que el año pasado fue excepcional en nieves, ahora lleva ya un mes sin nevar en las montañas. Para paliar ese déficit, parece que el tiempo ha decidido compensarlo con una nevada tardía, tan tardía que hacía años que no nevaba a 1.000 metros de altura en el mes de mayo.


Pero el sol, a estas alturas de la temporada, es implacable. Un momento en que el cielo abre, y la nieve se va con la misma rapidez con la que vino. En Babia, por aquello de estar algo más alto, cayó más nieve, y con esos dos grados de temperatura menos que hay allí, la nieve se derrite un poco más despacio. Por eso en Torre de Babia, el pueblo al que me dejé caer hoy, sigue habiendo nieve, y no sólo nieve, sino unos carámbanos en los tejados de hasta medio metro de longitud.


El Alto de la Cañada (2.154 m.) desde Torre de Babia

Hermoso pueblo éste de Torre de Babia -¿eh?, Milio y Carlos-, que por quedar fuera de la carretera general, no visito nunca. Hermoso como casi todos los pueblos de Babia, con esa arquitectura sobria y recia, sin florituras, arquitectura de pueblos donde hay más invierno que verano, y donde por eso mismo la vida fue dura de verdad y quedaba poco tiempo para el adorno.

Otra vista del Alto de la Cañada, que separa Babia de Omaña

Uno de los principales problemas para el visitante de los pueblos de montaña de estas latitudes son los perros. Para un propietario de perro, es un lujo poder vivir en un pueblo y no tener que dejar al animal encerrado todo el día, como ocurre en un piso de una población más grande. En los pueblos grandes, o que reciben un flujo continuo de forasteros o turistas, los perros ya no ladran, y se quedan relajadamente tumbados junto a la entrada de su hogar. El problema está en las aldeas y pueblos perdidos, donde los únicos olores que reconoce el perro son los de sus cuatro vecinos, el del pescadero o panadero que asoma en la furgoneta por allí, y el del cartero (el problema lo tiene el que le sustituye en vacaciones). En fin de semana, con la llegada de los vecinos emigrados, el perro no da abasto, y olor más, olor menos, el montañero o simple turista suele pasar bastante desapercibido.


La bonita iglesia de Torre de Babia

Pero otra cosa muy distinta es aparecer en uno de estos pueblos un día entre semana. Acostumbrado como estaba a salir con frecuencia de monte de lunes a viernes, tuve que pasar en numerosísimas ocasiones por la incómoda situación de que todos los perros disponibles de cada aldea me pasaran revista. En una ocasión, en una aldea remota de Asturias, los cinco perros de retén me acompañaron de un extremo a otro del pueblo ladrándome de continuo, repartidos a mi alrededor. Una señora, viendo el espectáculo, me pregunta: "pero, ¿no les tienes miedo?" No me extendí en la respuesta, pero debiera de haberle dicho: "señora, a un perro no se le puede demostrar que se le tiene miedo, porque si no es cuando empiezan los problemas de verdad".


Porque es curioso ese agudo sentido que tiene el perro para saber cuándo alguien le teme. Como hay personas que tienen miedo a los perros, y siempre se les nota cuando se encuentran con uno, están siempre condenados. A mí me gustan los perros, y suelo hacer amistad con casi todos los perros desconocidos que me encuentro por ahí, salvo en los pueblos. Es raro que me enseñen los dientes, y como mucho, todo se queda en un aburrido y pesado concierto de ladridos. Nunca me mordió uno solo, lo que también me parece más suerte que otra cosa.


Pero hoy, no sé por qué -quizá porque no llevaba el bastón-, cuando me salieron dos chuchos de Torre de Babia al paso ladrando, me sentí inseguro un momento. Ese brevísimo momento fue suficiente para que los dos perros lo detectaran, y se envalentonaran, hasta el punto de que lo que parecían dos perros simpáticos me estaban enseñando los dientes en pocos segundos. Como soy incapaz de pegarle a un animal, y tampoco tenía el bastón para imponer respeto, tomé la opción de ignorarles. Los notaba rozando su morro contra mis piernas, mientras continuaban con su concierto. Cuando ya me alejaba de su territorio -en realidad yo iba por la calle principal-, una señora desde la ventana les dijo algo, pero ya era un poco tarde.


Un lindo perrito de Torre de Babia

Llegué hasta la iglesia, y confiaba en encontrar otra calle que saliera de allí y fuera hasta la entrada del pueblo, para no tener que pasar otra vez por delante de los perros, pero no había nada. Ellos estaban en el medio de la calle, con lo que no quedaba otra que ir directamente hacia donde estaban. Con paso relajado y sin prestarles mayor importancia, para allá que fui. Uno aún me enseñaba los dientes, y aproveché que llevaba la cámara para intentar sacarle una foto en esa actitud, pero al ver la cámara enfocándole se achantó un poco, y salió en la foto con cara de bueno. Pero el traidor de él, al darme la vuelta para seguir mi camino, me lanzó los dientes, con los que sólo enganchó la chaqueta. Tras la voz que le pegué, ya no molestó más. Mientras todo esto sucedía, yo miraba de reojo la ventana donde salió la señora la vez anterior, pero esta vez no asomó.


Poniendo cara de bueno para la foto. A lo mejor lo es, pero a continuación me mordió


No sé vosotros las experiencias que habéis tenido por ahí con perros pastores, pero casi nadie que recorra estas tierras con frecuencia se salva de algún incómodo encontronazo, a veces mucho más serios que la simple anécdota que cuento aquí. ¿Qué haces cuando un mastín viejo y descomunal se planta en medio de un camino, y con cara de pocos amigos te dice que no puedes seguir, cuando no hay la posibilidad de dar un rodeo? Pues a veces no queda más remedio que abandonar la ruta y volverse a casa.


Sólo espero que en mi próximo encuentro -que lo habrá, sin ninguna duda- con perros de aldea, fuera o dentro de ellas, mi amor hacia los perros continúe, y vuelva a casa con buenos recuerdos. Aunque estas situaciones pueden sentar precedentes de miedo y desconfianza, que lo único que hacen es que la siguiente situación desagradable lo sea aún más.


jueves, 4 de marzo de 2010

Mapa de Babia


Extracto del mapa provincial de León del IGN. Pulsar en el mapa para ampliar

Al igual que hice con el blog del Alto Sil, y utilizando cartografía ya existente, he subido a este blog un mapa de Babia, que ayudará al que aquí entre a situar los pueblos y montañas que se vayan citando. Es un mapa muy general que, aunque muestra todas las poblaciones -falta Cacabillo, que es un barrio de La Cueta-, sólo indica algunas montañas y accidentes geográficos (por cierto, a la Laguna Grande le llama 'La Laguna de Lago').

El mapa está extraído del mapa provincial de León de escala 1:200.000 publicado por el IGN (Instituto Geográfico Nacional) en el año 2006. Al borde de color rosa que figura en el mapa original como límite provincial, le he añadido uno del mismo color para diferenciar Babia del resto de comarcas de la provincia de León. Los nombres en negro de las comarcas limítrofes leonesas y de los concejos asturianos también colindantes, los he añadido para que el foráneo entienda las referencias a tierras vecinas cuando el reportaje así lo haga.

jueves, 25 de febrero de 2010

Pena Grachera


Pena Grachera, con la ruta de ascensión, desde Cacabillo. Foto hecha desde la Pena de Orbia. Pulsar en la imagen para ampliar

Por seguir la tónica del último reportaje de montaña, esta ruta coincide con aquélla en la proximidad geográfica -es justo la siguiente montaña hacia el este-, en el cómodo acceso, y la escasa longitud del recorrido. La idea inicial era subir a La Crespa, que está un poco más hacia el este aún, pero queríamos amortizar un poco más las raquetas, y esta última montaña suponía una relativamente larga aproximación con poca nieve. Y para que no faltara nieve desde el principio en la subida a Pena Grachera, subiríamos por el norte, desde Cacabillo / Cacabiechu.


La cara sur de Pena Grachera, contemplada desde la carretera de Cabrillanes a Piedrafita de Babia. La cumbre, marcada con la flecha azul. Siguiendo el cordal de la derecha, la siguiente montaña sería La Crespa (fuera de la foto)

Cacabillo es un barrio de La Cueta, aunque se encuentre a casi dos kilómetros de distancia de ésta, y haciendo una comparación, en Asturias haya cientos de núcleos de población que son entidades independientes con muchas menos casas que éste. El entorno de Cacabillo y de Quejo/Queixo -el otro barrio de La Cueta- es de los más hermosos de Babia. A ello se añaden casas bien conservadas, cuatro puentes antiguos, la singular ermita de Quejo, o la iglesia de Cacabillo.


Y otra toma más: cara norte de Pena Grachera, desde La Cueta. La ruta de ascensión no va por la loma que se ve a la derecha de la cumbre (cordal noroeste), salvo un corto tramo al final, porque el cordal oeste está oculto desde aquí

Cacabillo se divide a su vez en dos núcleos separados por varios centenares de metros, cada uno con un vistoso puente sobre el río Sil, que nace a pocos kilómetros de distancia. Nosotros nos dirigimos hacia el segundo núcleo según se procede de La Vega de los Viejos. La temperatura, a pesar de ser ya las diez de la mañana, estaba en los seis grados bajo cero, que según sales del coche aún no se sienten en toda su intensidad, pero que después de calzarte las botas y poner las polainas a mano descubierta, se clavan con toda su fuerza en las yemas de los dedos.


Ermita de Nuestra Señora de las Nieves, en Cacabillo, bajo la Pena de Orbia


Atravesando el puente de Cacabillo, sobre el río Sil. Foto tomada al regreso, con más luz


Abandonamos el gélido Cacabillo, en busca del sol, como las lagartijas

El tramo encementado hasta el puente sobre el río Sil era una pista de patinaje casi en su totalidad. Mientras hacía una foto de mi acompañante dirigiéndose al puente, resbalé y caí de espaldas con gran estrépito, por aquello de no mirar donde ponía los pies. Menos mal que uno no está aún demasiado mayor para este tipo de impactos. Una rampa empinada hasta las últimas casas -ya con menos hielo- y el pueblo termina junto a una colección de tractores y maquinaria agrícola. Girando a la derecha sale un camino en zigzag que se va a continuación hacia la izquierda, para dirigirse a un pequeño valle que cae desde Pena Grachera. Imaginamos que toda la ascensión por esa vaguada hasta el collado a unos 1.600 metros al oeste de la cumbre iba a estar completamente en sombra, y preferimos irnos algo más hacia el este, en dirección a la Laguna Grande, porque el terreno allí era más abierto y pronto daría el sol que necesitábamos para calentarnos.


Aún en sombra, subiendo hacia Laguna Grande


En otros lugares, ya calienta el sol: Muxivén (2.027 m.)


O en Picos Blancos (2.064 m.)

Poca nieve al principio, salvo en pequeños huecos del terreno donde había sido acumulada por el viento, y en algún pequeño ventisquero de los distintos escalones del terreno. Antes de llegar al collado donde se encuentra la laguna, giramos hacia la izquierda, y ya hubo que calzar raquetas. Alcanzamos un collado desde el que ya vimos la laguna casi completa, totalmente blanca. Sería la última vez que la veríamos hasta la cumbre, porque aunque está justo debajo, la disposición del terreno no lo permitiría.


Ya vemos Pena Grachera, aunque no la cumbre, envuelta en unas nubes que esperamos no se asienten


Pena Larga, vista desde el lado opuesto al que subimos en la otra ocasión, también en sombra


Boceto de chozo


Abandonamos la dirección de Laguna Grande, y giramos a la izquierda hacia la Peña de Puñín (al fondo, derecha)


Aún sin raquetas...


...pero poco después con ellas.


Pena Larga y, a sus pies, Laguna Grande, congelada y cubierta de nieve


Comienzan los buenos espesores de nieve, poco antes de llegar a la Pena de Puñín

Algún tramo de fuerte pendiente en que resultaba incómodo subir con raquetas, algo de nieve helada ya, que exigía plantar con decisión el pie, e incluso en el tramo final, subir tirando de puntera con el crampón de tres dientes de las raquetas. Ya estamos en la cumbre de la Pena de Puñín, con un pequeño montón de piedras que la coronan. Desde aquí ya se aprecia casi toda la ascensión restante a Peña Grachera, aunque no se sabe muy bien cuál será el mejor itinerario, cosa que se irá desvelando según se vaya subiendo. Se adivinan algunas cornisas y ventisqueros, que irá que ir sorteando o atravesando si no queda más remedio.


Desde la Peña de Puñín ya se contemplan las montañas de la sierra de Xistreu / Gistreo / Gistredo


Llegando a la Peña de Puñín (1.600 m.)


Y la cima, con Pena Larga al fondo

Desde la Pena de Puñín se desciende unos pocos metros de desnivel hasta el collado al que pretendíamos haber subido en principio desde Cacabillo por el valle sombrío, y ya comienza la subida en serio hacia Pena Grachera. Se sube un primer escalón, en cuya parte derecha hay un gran hito de piedras, para enfrentarse a la que parece la primera cima de la montaña, con un gran campo de nieve en la mitad, a la izquierda el incipiente roquedo que se dirige hacia paredes más verticales, y un ventisquero de gran espesor por la derecha. Antes de eso, en otro pequeño escalón, propuse subir por entre las rocas para evitar otro ventisquero, pero mi acompañante insistió en seguir de frente. Cuando la nieve comenzó a subir por encima de la rodilla, y la pendiente era tal que hasta se corría el riesgo de partir las raquetas, que además resbalaban en la capa de nieve dura que había debajo de la nieve blanda, entendió mi proposición inicial.


Así de sosa se mostraba Pena Grachera (sigue sin verse la cima) desde la Pena de Puñín


El gran hito, con territorio de Quintanilla de Babia al fondo


En el primer escalón, yo digo de subir por entre las rocas, pero mi acompañante dice de subir de frente, atravesando el ventisquero. Yo digo que hay mucha nieve, y que está muy empinado para subir por las raquetas, pero na...


¿Querías subir por el ventisquero?


...pues toma del frasco, Carrasco


Con el zoom, la cornisa de la arista cimera


Mirando hacia el límite con Somiedo, el Diente, y la Encarralina, con muchísima nieve a pesar de ser cara sur


Mirada atrás hacia la Peña de Puñín, que aparece en la esquina superior derecha

Así que para subir a la siguiente cota, esta vez no rechistó cuando propuse subir por la zona donde empezaba el roquedo. Tras la cima de este pequeño hombro de la montaña, una repisa ancha donde recuperar el resuello, y el último escalón que se veía desde la Pena de Puñín. De nuevo evitamos el ventisquero de la derecha y subimos más a la izquierda, por una pendiente que aparentaba ser mucho menor de lo que luego fue. De nuevo las raquetas fueron más problema que ayuda, porque además del espesor de la nieve superficial, y lo dura que estaba la nieve que asomaba debajo, una banda de rocas que dejamos al descubierto añadía incomodidad. En estas situaciones, cuando se está en equilibrio, no es el mejor lugar para calzarse o descalzarse nada, así que hay que apechugar con lo que se lleva puesto.


El siguiente escalón, visto de frente, no parecía tener mucha pendiente para subir con las raquetas


Pero sí que la tenía. Al fondo, Peña Salgada


La base del repecho, durante el regreso

Asomábamos ahora a terreno que no habíamos podido ver desde abajo. Una ancha plataforma de doscientos metros de anchura y varios más de longitud, a 1.800 metros de altitud, se encaminaba hacia el último escalón de la jornada, bajo las cornisas de la cumbre. Vistas las dos últimas experiencias en los escalones previos, decidimos quitarnos las raquetas para atacar este último resalte, y de paso, poner los crampones por lo que pudiera haber detrás. Cuando pongo los míos, es cuando recuerdo que estos crampones no encajan bien en estas botas, porque tienden a soltarse por la parte delantera, así que no me queda otra que tirar sin ellos, y esperar que la nieve arriba no esté hecha una plancha de hielo.


Ya se ve la cumbre, accesible


Desde la blanca meseta en la que estamos, más vistas hacia Somiedo: Peña Chana a la izquierda, y la pirámide de Picos Blancos a la derecha

Una cornisa por la izquierda, un enorme ventisquero por el centro, y un tramo empinado entre las rocas por la derecha son las opciones para acceder a la cumbre. Escogemos el último, ya casi sobre la caída de la ladera sur de la montaña, aunque sin ningún riesgo. Superado este corto escalón, encontramos otra pequeña meseta que no se percibía desde abajo. Recorremos unos doscientos metros casi llanos, y superado el último y más corto escalon del día, estamos en la arista cimera. La nieve está muy dura, aunque se puede hacer algo de horma con la bota y la pendiente es suave. Alcanzamos lo que creíamos que era la cumbre, pero -como casi siempre- resulta haber otra más allá, más alta. La corta travesía entre estas dos es fascinante y de una fotogenia espectacular. La cima es estrecha, y con la cornisa de un lado y el tremendo resbaladero de la cara norte por el otro, no invita mucho a la parada para el almuerzo, así que tras las fotos de rigor, descendemos hasta la gran plataforma para poder hacer el alto relajadamente.


El último escalón, ya sin raquetas (aprendida la lección), con la huella de subida a la derecha, entre las peñas, y la de descenso por el ventisquero


Ya estamos arriba


El hongo cimero


Pero aún queda todo esto, que no se veía desde abajo


Ahora sí que estamos arriba


La cumbre de Peña Grachera (1.927 m.)


La Crespa (2.054 m.). Cómo cambia de una vertiente a otra


Laguna Grande, allá abajo

En vez de bajar el último escalón por donde lo subimos, atajamos directamente por el ventisquero, porque ahora la nieve hasta la cintura, en semejante pendiente cuesta abajo, no sólo no es una molestia, sino que es un disfrute. El siguiente escalón, el más latoso de toda la subida, lo hicimos aprovechando la huella de subida, porque más a la izquierda la nieve estaba demasiado dura para bajar con seguridad sin crampones.


Iniciamos el regreso. Al fondo, el Cornón (2.188 m.), entre un jirón de nubes


Bajamos por donde nos parece bien, sin importar el espesor

Nada más que mencionar del resto del descenso, salvo que al llegar al collado junto a la Peña de Puñín, descendimos por el valle por el que en principio habíamos pensado iniciar la jornada. Una bonita cabaña en un pequeño llano a mitad del valle, y muchísima nieve para culminar una interesante jornada, en que las panorámicas con un día muy despejado y montañas atiborradas de nieve fueron lo mejor de todo.


Bajamos por este pequeño valle


¿Cuánto espesor de nieve habrá en el Cornón?


El chozo

Más abajo del chozo -que debe de haber sido construido muy recientemente- una nutrida bandada de grajos intentaba posarse en un ridículo arbusto que no tenía aforo para todos. Nos preguntamos en ese momento si el nombre de Pena Grachera tendría algo que ver con la presencia de grajos. Como ni la etimología ni el astur-leonés son mi fuerte, espero que comentaristas caritativos como el Xastre, Milio´i Sebastián, o Carlos de Sebastián aporten aquí su miguita de conocimiento para dilucidarlo.


Al llegar a Cacabillo, nos espera la banda de música local, tocando una monótona melodía vocálica



Mapa extraído de Google Maps con la ruta realizada en trazo rojo. Pulsar en la imagen para ampliar